Caminar por San Antonio es como abrir un libro que huele a pasado. Sus calles empedradas, sus balcones de madera y las paredes blancas que el tiempo ha tatuado con historia, son testigos de casi tres siglos de vida caleña. Este rincón, ubicado al occidente de la ciudad, es el barrio más antiguo de Cali y la cuna de tradiciones que hoy le dan identidad a la Sultana del Valle.
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Todo comenzó en 1746, cuando el capitán Juan Francisco Garcés de Aguilar donó un terreno para construir una capilla en honor a San Antonio de Padua. Un año después, se levantó la pequeña iglesia barroca que hoy corona la colina. Con su fachada blanca, arcos de medio punto y detalles mudéjares, la capilla de San Antonio no solo se convirtió en punto de peregrinación espiritual, sino en el núcleo donde germinó el barrio.
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San Antonio en la época colonial
En la época colonial, San Antonio era un sector apartado, rodeado de haciendas y caminos polvorientos. Allí, en la cima, los vecinos se reunían para las festividades religiosas y los pregones de mercado. Pero el tiempo y la historia fueron moldeando este espacio. A finales del siglo XIX, tras la Guerra de los Mil Días, muchas familias desplazadas del Cauca y Nariño llegaron para asentarse en la falda de la colina. Así, San Antonio pasó de ser un pequeño caserío a un barrio popular lleno de vida y mestizaje cultural.
El barrio también fue testigo de la transformación de Cali. Desde sus alturas se podían ver los primeros rieles del tranvía, el crecimiento del centro histórico y el bullicio de las nuevas avenidas. Sin embargo, San Antonio conservó su esencia. A lo largo del siglo XX, se convirtió en refugio de artistas, escritores y bohemios. Sus cafés y fondas, sus casas coloniales convertidas en hostales, son hoy espacios donde se respira arte, música y literatura.
Más de este sitio histórico
En 1997, la capilla fue declarada monumento nacional, y en el año 2000, el barrio obtuvo la categoría de área de interés patrimonial. Hoy, al recorrer sus callejuelas, se pueden ver casas que datan de los años 20, balcones adornados con bugambilias, restaurantes que ofrecen sancocho valluno y artesanos que cuentan historias mientras esculpen la madera.
San Antonio no es solo un barrio: es la memoria viva de Cali. Desde la colina, la ciudad parece arrodillarse ante su historia. Y cuando la brisa caleña recorre la plazoleta al atardecer, con guitarras sonando y parejas bailando salsa, se entiende por qué este rincón sigue siendo el corazón cultural y espiritual de la Sultana del Valle.
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