Cali enfrenta un desafío silencioso pero urgente: el envejecimiento de su población. Aunque más del 13 % de los caleños supera los 60 años, la ciudad aún no garantiza condiciones dignas para esta etapa de la vida.
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La vejez, en muchas ocasiones, llega acompañada del abandono, la pobreza y la falta de cuidado. Con el debilitamiento de las redes familiares y el aumento en la expectativa de vida, cada vez más adultos mayores terminan en albergues o en las calles, sin acceso a servicios básicos ni compañía.
A diario, hospitales y hogares de paso reciben adultos mayores en situación de calle o sin identificación. Tras un proceso de búsqueda, muchos no logran reencontrarse con sus familias y deben permanecer bajo la atención del Estado o de fundaciones que operan con recursos limitados.
Actualmente, en Cali operan 22 Centros Vida, espacios creados para brindar atención integral a los adultos mayores. Aunque representan un avance importante en política pública, todavía no suplen todas las necesidades de esta población creciente, especialmente frente a los casos de abandono y vulneración de derechos. A esto se suma una preocupante falta de articulación entre entidades, lo que prolonga los procesos de atención y deja a muchos adultos mayores en el limbo institucional.
La invisibilización de la población de adultos mayores
Sin embargo, el problema va más allá del abandono físico. Mientras la sociedad exalta la juventud como símbolo de innovación y futuro, la vejez es cada vez más invisibilizada. A pesar de los años de contribución y trabajo, muchos adultos mayores terminan fuera de las prioridades sociales. La falta de políticas efectivas, presupuesto sostenido y control sobre los centros de atención ha hecho que miles enfrenten una vejez sin garantías.
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Como medida reciente, el Gobierno Nacional anunció que, desde el 1 de julio de 2025, se empezará a pagar la Renta Básica Solidaria: un subsidio mensual dirigido a mayores de 59 años que no tengan pensión ni ingresos fijos. Esta ayuda busca apoyar a quienes están clasificados en los grupos de mayor vulnerabilidad del Sisbén IV. Sin embargo, aunque es necesaria, la iniciativa resulta insuficiente frente al abandono estructural que enfrenta esta población.
La vejez no debería vivirse en soledad, el llamado no es solo a las instituciones, es un llamado como sociedad, pues tenemos la responsabilidad de proteger, valorar y acompañar a quienes ya lo dieron todo. Visitar un albergue, donar, hacer voluntariado o simplemente visibilizar la problemática son actos que pueden cambiar realidades, porque una vejez digna no puede ser una excepción, debe ser un derecho garantizado por todos.
Redactado por Laura Isabel Marín, estudiante del Taller UAO – 90 Minutos.
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