En la sucursal del cielo, el cuerpo baila antes que la palabra. En los patios, en las aceras, en salones rodeados con espejos, se mueven cientos de cuerpos que, sin saberlo, están contando su historia.
No una convencional necesariamente, sino una de resistencia, de búsqueda, de reencuentro. En esos movimientos —precisos, apasionados, elegantes y liberadores— hay heridas, hay fe, hay amor. Y sobre todo, hay transformación.
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Algunas de esas historias bailadas se viven en las laderas empinadas de la Comuna 20 de Cali, donde las oportunidades escasean y los desafíos abundan, Néstor Caicedo, de 17 años, encontró en la Fundación Nuevo Estilo Dance un refugio. Desde hace dos años, entre espejos y ritmos, descubrió una pasión que lo alejó de los malos hábitos y hoy, gracias a su disciplina, es maestro y líder comunitario. En un entorno donde el 82% de los jóvenes entre 14 y 28 años viven en pobreza o pobreza extrema, según el SISBEN IV (2023), el baile le dio sentido a su vida:
“Gracias al baile he podido cambiar mis hábitos y encontrar una pasión que puedo perfeccionar cada día”.
Así como en barrios de Cali el baile ha abierto caminos de expresión y transformación, también en otros contextos se convierte en una herramienta de bienestar: en espacios clínicos y terapéuticos, el tango ha demostrado ser eficaz para acompañar y mejorar la calidad de vida de personas con Parkinson.
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Un estudio reciente publicado en 2025, titulado “El potencial terapéutico del tango argentino para el equilibrio y la movilidad en la enfermedad de Parkinson”, analizó el impacto del tango como terapia de rehabilitación. Los resultados muestran que el baile mejora significativamente el equilibrio, la marcha y la movilidad funcional en pacientes, además de aportar beneficios emocionales como mayor confianza y reducción de síntomas depresivos.
Jaime Robledo Sánchez, quien fue diagnosticado con Parkinson hace más de 15 años, participa en sesiones de tangoterapia en la Fundación Valle del Lili, en Cali. “El tango para mí es un reto, porque yo nunca pensé que podía llegar a bailar tango. He encontrado en él armonía, amor, pasión, fuerza, amigos, y esto se vuelve un círculo de vida con personas que nos ayudan a lidiar con este diagnóstico”, comparte.
Desde la mirada clínica, la neuropsicóloga Beatriz Elena Muñoz Ospina, de la Fundación Valle del Lili, explica que “los beneficios del tango terapia para pacientes con Parkinson implican el manejo del control postural, ya que se trabaja el equilibrio de los pacientes con esta condición”.
“Hemos visto una mejoría significativa en las personas que asisten todos los martes a este espacio, además, este efecto se traslada a su calidad de vida, ya que si mejoramos la parte motora de la persona con Parkinson, vamos a mejorar también su funcionalidad, y que las personas se sensibilicen de su movimiento y su bienestar tanto físico como emocional”.
Manifestó la neuropsicóloga.
Por su parte, Camilo Díaz Santa, quien junto a Carolina Aristizábal, su compañera de baile y docencia, lidera el Taller Tango Terapia en la Fundación Valle del Lili, señala que “la mejora y el bienestar se evidencian claramente en la condición del practicante, sea una persona con un diagnóstico o no”. Carolina agrega:
“Es gratificante ver cómo, a través del baile, de una herramienta tan bonita como el tango, los pacientes y en general las personas que vienen a este espacio pueden encontrar un lugar para mejorar su calidad de vida y sentirse seguros”.
En cada historia relatada, desde los jóvenes que encuentran en la danza una salida a contextos difíciles, hasta quienes hallan en ella una terapia para el cuerpo y el alma, el baile se revela como una fuerza transformadora. Une lo social con lo íntimo, lo físico con lo emocional. No se trata solo de aprender pasos o seguir un ritmo: se trata de reconocerse, de sanar, de reconstruirse. Moverse también es sanar. Y en cada paso, hay una oportunidad de transformación.
Redactado por Deisy Reyes, Ana María Marín Lenis, Sofía González y Angie Nataly Rosero Mejía, estudiantes del Taller UAO – 90 Minutos.
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