El presidente Gustavo Petro ha escrito 25 mensajes en X este fin de semana, del sábado al lunes festivo, sobre la crisis de la salud en Colombia, que ya es innegable, pero en la que hay un polarizado debate nacional sobre quién es el culpable. En una esquina de esa pelea está, encendido en redes sociales, el jefe de Estado. Petro, quien empezó la semana en modo de campaña para defender su consulta popular, dice tener una nueva guerra entre el bien y el mal, o, en sus términos, entre la luz y la oscuridad. “Estamos rodeados de porquería, pero el pueblo puede limpiar. Los vampiros quieren oscuridad, pero quiero que se prenda la luz. La prensa, al caer en manos de negociantes, no puede prender la luz”, dijo.
Los vampiros del presidente son empresarios de la salud, y la prensa de la que habla son quienes se han hecho eco de los ciudadanos, especialmente en Cali y en Bogotá, que protestan porque varios dispensarios de medicamentos no tienen medicinas. Las Entidades Promotoras de Salud (EPS) y sus aliados dicen que la culpa de la crisis es del Gobierno por no hacerles a estas los pagos necesarios para sostener los servicios de salud, incluido el suministro de medicamentos que las EPS compran a las distribuidoras de medicinas. Petro lo niega: dice que a las empresas no les falta el dinero, las señala de corruptas y critica a las distribuidoras de acaparar las medicinas para fabricar la crisis de salud. Eso, en sus palabras, es equiparable a un golpe de Estado. “La vieja táctica empresarial para dar golpes de Estado, como el golpe de Pinochet”, dijo. “Solo que nosotros los descubrimos. En la salud han crecido verdaderos vampiros”.
La crisis en el sector de la salud es una que fácilmente toca los hogares de todos los colombianos: la mayoría ha tenido acceso a una EPS, y buena parte de quienes se han enfermado, o tienen familiares enfermos, se han dado cuenta de que las cosas no andan bien. Una encuesta publicada en febrero por la firma Guarumo reveló que el 25% de los ciudadanos cree que el acceso a la salud es el problema más grave del país, por encima de la inseguridad, la corrupción y el costo de vida. Una preocupación que en gobiernos anteriores no aparecía en la lista de prioridades. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo y expertos en salud, el número de tutelas ―una figura jurídica de rápida respuesta cuando se vulneran derechos fundamentales― para acceder a servicios de salud ha aumentado de forma dramática en el último año. Fácilmente, este descontento ciudadano se puede ir en contra de Petro, pues en 2024 el Gobierno decidió intervenir siete EPS, entre esas las más grandes del país. O, en otras palabras, no es fácil para Petro argumentar que la culpa es de otros cuando las EPS están siendo administradas por su Gobierno.
“El peor error político de Petro fue haber asumido la responsabilidad del sistema de salud”, explicó a este diario recientemente Héctor Riveros, analista político. “La salud es un tema muy sensible para la gente. Aunque el sistema es complejísimo, y uno no sabe quién es el culpable de qué —además de las EPS están los médicos, los laboratorios clínicos, las ambulancias, los hospitales—, como el Gobierno ha intervenido todo, le cae toda el agua sucia”.
Así que Petro está intentando retomar el relato y mostrar que el agua sucia está en otra parte, no en su casa. El sábado, la Superintendencia de Salud comunicó que hizo una auditoría a una bodega de la distribuidora de medicamentos Audifarma, a las afueras de Bogotá, después de que se registraran largas filas en una sede de esta en el barrio Restrepo. En la auditoría, dice la Superintendencia, encontraron que, de una lista de 22 medicamentos de mayor demanda, ocho tenían suficientes existencias en la bodega. Entre esas había 113.000 unidades de insulina. La Superintendencia pidió a Audifarma trasladar esos ocho a sus puntos de distribución. Para Petro, esta era la prueba reina. “Nos creen bobos”, dijo en un trino. “No hay escasez de medicamentos, es un plan pérfido y asesino para acaparar medicamentos diciendo que ese es el efecto de la reforma a la salud que el Congreso ni piensa aprobar”, escribió en otro, en referencia a la reforma que sigue en el Legislativo y será votada próximamente en la Comisión Séptima del Senado, la misma que recientemente hundió la laboral. “Los vampiros saben que hay sangre fresca que se deja comprar en la Comisión Séptima de Senado. Por eso tenían escondidas en sus bodegas 113.000 dosis de insulina”, insistió. “Son verdaderos vampiros asesinos, que por codicia dejan morir a los pacientes”.
Audifarma negó cualquier complot y explicó que las medicinas en la bodega se almacenan allí mientras se despachan a distintos puntos de distribución. Asimismo aseguró que, si hay una crisis en el abastecimiento de algunos centros, es por la deuda billonaria que tiene el Gobierno con el sector sanitario. La Corte Constitucional le ha pedido al Ministerio de Salud volver a calcular el monto de la UPC, la unidad que se paga a las EPS por cada paciente afiliado, porque considera que el monto que asignó a finales del 2024 no cubre lo necesario para administrar el sistema de salud. Por eso, tanto las EPS como las distribuidoras de medicamentos señalan que el déficit del Gobierno con el sector de la salud es el que está aumentando la crisis sanitaria en el país.
Por otro lado, a los académicos algo no les cuadra en el discurso del presidente. “En mi opinión, están construyendo una teoría de conspiración”, escribe en redes Johnattan García-Ruiz, investigador del laboratorio de innovación en sistemas de salud de la Universidad de Harvard, quien ha interpelado el relato del presidente en X. Considera la conspiración porque la insulina de la que habla la Superintendencia es de la farmacéutica Sanofi, una que no está entre la lista de medicamentos entre los que se reporta desabastecimiento en las farmacias (a diferencia de otra de la farmacéutica Novonordisk). “¿Es sospechoso que encuentren 113.000 unidades de un producto que mensualmente mueve 700.000 unidades en el país, en el principal centro de distribución de Audifarma (principal distribuidor)? A mí no me parece. Es evidente que allá siempre encontrarán medicamentos”, explica. Añade por videollamada que los mensajes del mandatario parecen vinculados a su decisión de convocar una consulta popular para sacar adelante las reformas de salud y de trabajo: “Es una excusa para generar un sentimiento que motive a la gente a salir a votar. Está utilizando el tema de la salud como un tema político”.
Otra académica, cuando el presidente negó que creciera el número de quejas en las EPS intervenidas, le pidió que reflejara mejor las cifras. “Claramente, hay un agravamiento del número de quejas a EPS intervenidas en más del 50%. Pasó de 60.000 en enero de 2024 a 95.000 en enero de 2025″, le replicó en redes Zulma Cucunubá, epidemióloga y directora del Instituto Salud Pública en la Universidad Javeriana.
Petro no cede un milímetro ante los críticos. Dice que mienten en la prensa, en las redes, en todos los foros de opinión. Incluso mienten los que pelean contra él en su red social favorita, donde los usuarios pueden añadir comentarios a sus mensajes acusatorios (X ya no tiene un departamento de verificación de datos independiente). “Los bandidos necesitan que ustedes ‘no miren arriba’, como en la bella película de Netflix, que se piense que Petro dice mentiras y que no hay que creerle”, escribió. “Es decir, que el presidente de Colombia no dice la verdad. Hasta el dueño de mi red ayuda porque a él sí le gustan, y mucho, las ganancias. Encubren el crimen, con técnicas profesionales de comunicación, y eso se hace con mucho dinero de poderosos, y hace daño. El debate público debe ser libre”. El debate público que Petro, en medio de la crisis sanitaria más grave que ha vivido el país en los últimos años, quiere ganar.