Real Madrid lo volvió a hacer, y ya parece una historia repetida, mil veces contada. Otra vez se impuso, otra vez avanzó en la Champions League, otra vez vivió momentos de drama para finalmente eliminar al Atlético de Madrid por penaltis. Este equipo tiene un pacto sagrado con este torneo.
Cuando parece que ya no va a poder, que el fútbol no le da para tanto, que hasta un penalti de Vinícius fue en busca de una nube, incluso así, Real Madrid sigue vivo.
Real Madrid nunca muere
El Real llegó al partido de vuelta de octavos con la ventaja del 2-1 lograda en su territorio. Y se vio sorprendido cuando a los 28 segundos el Atlético le anotó e igualó el global. 28 segundos para desatar un drama. Atlético se ilusionó, falsamente. Real Madrid no se deshizo, dio batalla hasta el final, hasta los penaltis, arropado por su aura, por su mística, por su traje de campeón.
Fue el inglés Conor Gallagher el que hizo el gol prematuro para el Atlético, cuando el partido recién nacía, cuando los músculos todavía estaban fríos. Aprovechó la pelota que le cayó en el área, tras centro del argentino Rodrigo de Paul, y se lanzó hacia ella con decisión, ante la sorpresa y confusión madridista, y la empujó a la red para celebrar el 1-0 y desatar el delirio en el estadio del Atlético.
El resto del partido fue de mucha intensidad, con dos equipos sacándose chispas, aunque con un Atlético de Madrid que parecía que crecía, que se hacía más y más sólido y que se defendía mejor, como es su esencia. De hecho el Real Madrid, dedicado a tener la pelota, ni pateaba al arco, sus salidas al ataque eran extinguidas rápidamente.
Julián Álvarez era más dolor de cabeza para el Madrid, que Mbappé para el Atlético. Quizá por todo eso es que esa afición colchonera se ilusionó con que por fin eliminaban al archirrival y se metían en cuartos.
El drama de Vinícius
Los blancos pudieron haber puesto las cosas en orden tras un penal que el francés Clement Lenglet le hizo a su compatriota Kylian Mbappé, que en velocidad desequilibró y se encarrilló, perfilado para rematar, antes de ser derribado.
Pero el brasileño Vinicius mandó el balón a la grada, lejos, muy lejos. Algún hincha del Atlético debió quedarse con esa pelota, ¿pero para qué?
El marcador ya no se movió más de ese 1-0 en los noventa minutos reglamentarios. Se fueron a la prórroga, más desgaste, más trajín. Hasta que sonó el último pitazo. Un breve descanso y a los penaltis, la ruleta rusa, el drama de los dramas.
Ahí, con los corazones alborotados, con los nervios infinitos, triunfaría el más fuerte, el más sereno, el más experimentado. El de siempre.
En Atlético falló Julián Álvarez un extraño remate (tocó el balón con los dos pie sal resbalar), también falló Llorente. En el Madrid desperdició Lucas Vásquez. El cobro definitivo lo tuvo Rüdiger y no falló. Real Madrid celebró, como ya sabe, como un rey que quiere seguir en el trono mucho tiempo más. Le queda camino, pero ya está en cuartos de final. Pobre Arsenal, le toca jugar contra esa mística del campeón.